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Urgencia del “Da mihi animas, cetera tolle”

Un tatuaje paterno
Juan Bosco de 31 años, se encuentra en un duro y crucial diálogo con la Marquesa de Barolo de 61. Ella lo pone ante una encrucijada: “O mis obras, o sus vagabundos”. La contestación revela qué había en el corazón de ese joven sacerdote: “Mi respuesta ya está pensada. Usted tiene dinero y podrá encontrar otros sacerdotes. Mis pobres muchachos me tienen sólo a mí”.

Es la declaración de una opción, de una promesa que lo compromete por entero y por toda la vida. Es como una síntesis pastoral de la “profesión perpetua” de Don Bosco. Es su marca paterna.

Y no era improvisación o ligereza, sino fruto de una certeza igualmente radical: “Acepté el despido, abandonándome a aquello que Dios habría dispuesto para mí”.

“Denme almas y llévense lo demás”
Es el manifiesto que mejor expresa el celo y la caridad de los salesianos de Don Bosco. Domingo Savio descubre ese lema a la entrada de su oficina y lo comprende enseguida con precisión: “Entendí perfectamente: aquí no se hace negocio de dinero sino de almas”.

Es una consigna, diría una contraseña, de todo aquel que desee ponerse al servicio de los jóvenes pobres, con corazón oratoriano. Una consigna que tiene, como una balanza de dos platillos, un equilibrio que conservar: a tanta entrega corresponde tanto abandono en la Providencia; a tanto trabajo, tanta oración; a tanta cercanía con los jóvenes, tanta familiaridad con Jesús y María.

Una urgencia
El Rector Mayor, en su propuesta de prioridades para este sexenio, nos señala algunos componentes de este lema, marcándolos con carácter de urgencia:

- Nos urge dar prioridad absoluta al compromiso de evangelizar a los jóvenes con propuestas conscientes, intencionales y explícitas. Nos urge darles a conocer a Jesús y la Buena Nueva del Evangelio para sus vidas.

- Nos urge ayudar a que los jóvenes (y sus familias) descubran la presencia de Cristo en sus propias vidas como clave de felicidad y de sentido.

- Nos urge acompañar a los muchachos, adolescentes y jóvenes en su proceso de educación en la fe para que puedan adherirse a la persona de Cristo.

- Nos urge ser “verdaderos pedagogos” que, desde la experiencia personal, dejen al joven en el diálogo con el Dios de la oración y de la celebración de los sacramentos.

Hasta el último aliento
Este lema, de raíces bíblicas, puede sonarnos hoy a un lenguaje poco actual. Por si sirve, te comento que Madre Teresa de Calcuta lo tenía sobre su escritorio, junto a un mapamundi...

Se puede formular quizá de otra manera más atractiva, utilizando palabras del mismo Don Bosco: “Tengo prometido a Dios que hasta mi último aliento será para mis pobres jóvenes”.

Se trata de caminar, respirando cada momento, con los pulmones llenos de amor por los jóvenes y por Dios, que este sea nuestro modo habitual de vivir hasta el último aliento...

Es una muy hermosa manera de gastar nuestra vida.